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Columna de opinión: El regreso de niños y niñas de Educación Parvularia a los centros educativos post pandemia

Por académicas: Tatiana López y Katherine Malhue

A un mes del retorno a la presencialidad de los niños y niñas en sus respectivos jardines y centros educativos. Consideramos importante tener en cuenta tres aspectos: el primero, el impacto que ha tenido la pandemia en el desarrollo cognitivo y socioemocional de los niños y niñas de nuestro país y en el mundo; segundo, estar atentos a los cambios conductuales que pudiesen presentar los niños y las niñas post pandemia; y, finalmente, actuar de manera responsable sobre las necesidades específicas que niños y niñas pudiesen manifestar. 

El retorno a la presencialidad de las y los niños en sus respectivos jardines y centros educativos de Educación Parvularia, puede estar siendo abrupto, por lo cual consideramos importante recordar que los educandos se vieron afectados por el cierre parcial o total de las escuelas a nivel mundial. 

En Chile, además, se presentó un aumento de la deserción escolar en el nivel Transición II (kínder), lo que según el Centro de Estudios Mineduc (CEM), se atribuyó a la incertidumbre y sobrecarga enfrentada por los padres y apoderados, lo que eventualmente motivó la decisión de no matricular a las y los menores durante el año escolar 2021. Por otra parte, el estudio nacional realizado por el Centro de Estudios de Desarrollo y Estimulación Psicosocial (CEDEP, 2020) que tuvo por objetivo conocer las principales preocupaciones que tienen las madres, padres y cuidadores de niños y niñas de 0 a 6 años por los efectos que tiene la crisis por COVID-19 en el bienestar, desarrollo y aprendizaje de ellos, entre sus resultados evidenciaron que  el 77% de las familias, padres y/o cuidadores, se sienten más preocupadas que antes por la educación de sus hijos e hijas. 

Desde la investigación, los estudios señalan que la pandemia modificó las interacciones, las formas de relacionarnos y de vivir nuestra cotidianidad, lo que evidentemente mermó en nuestro estado emocional, señalando que el confinamiento prolongado se relaciona con efectos negativos en la salud mental de la población. Larraguibel, Rojas-Andrade, Halpern y Montt (2021), advierten que los síntomas más reportados en los adultos durante este periodo fueron: ansiedad, depresión, frustración, incertidumbre, dificultades para dormir, entre otros. Este hecho afecta significativamente a niños y niñas de Educación Parvularia, puesto que de acuerdo a su edad los procesos de afrontamiento al estrés se encuentran en desarrollo y dependen en parte de las habilidades parentales.  Imran, Zeshan y Pervaiz (2020) señalan que entre las reacciones que las y los niños más pequeños pueden manifestar post confinamiento es la separación de sus cuidadores manifestando en ocasiones conductas regresivas, y en las y los niños mayores pueden presentar ansiedad, enojo, inquietud y retraimiento.

Por todas estas razones y específicamente, por el impacto que todas ellas producen en el desarrollo y aprendizaje de las y los niños y niñas es que el Mineduc impulsó el retorno a clases presenciales para todos los estudiantes del sistema escolar a partir del 2 de marzo del presente año. Para ello, desarrolló una serie de protocolos de prevención y seguridad sanitaria en contextos educacionales y sus respectivas sugerencias de implementación, tales como la ventilación permanente de las salas de clases y espacios comunes, rutinas de lavado de manos, uso de mascarillas y eliminación de los saludos que requieran contacto físico.

Con todos estos antecedentes y entendiendo que los procesos de adaptación en contextos de normalidad representan un reto social, afectivo y psicológico para las y los niños, consideramos relevante acompañar oportunamente los procesos socioemocionales que las y los educandos vivencian al enfrentar la educación presencial post confinamiento, dicha adaptación implica por parte de las y los niños una acomodación de sus condiciones internas a la realidad circundante, resultado de la cual se produce una asimilación de ésta. Por lo que hay que estar atentos a las posibles dificultades que puedan presentar las y los niños en su proceso de adaptación, tanto a las nuevas formas de interacción como a la readaptación a los horarios y labores escolares. Por lo anterior, resulta fundamental que durante este período exista un trabajo coordinado entre la institución educativa, las y los educadores, y los padres y madres. 

Sumado a ello, el  uso de la mascarilla dificulta la interacción tanto verbal, como no verbal, pues  no resulta fácil identificar las expresiones que acompañan al lenguaje verbal y se constituyen en determinantes para la desambiguación de los mensajes en la comunicación, expresiones de comprensión, empatía o una simple sonrisa. Este antecedente tal como señala (Farkas, 2020) es determinante en las interacciones entre las y los párvulos, puesto que mucho de su lenguaje se encuentra en desarrollo, donde las expresiones faciales y corporales son fundamentales para su comunicación. 

Todo lo anterior, nos invita a repensar algunas acciones que debemos llevar a cabo para mejorar nuestras formas de vincularnos con otros post pandemia. La recomendación principal está vinculada a fortalecer el diálogo y utilizar los  espacios abiertos.  Unicef (2020) recomienda fortalecer el diálogo, mantener un ambiente positivo, establecer rutinas seguras en conjunto con las y los niños que incluyan distintos tipos de actividades en torno a las responsabilidades y el esparcimiento (virtual y presencial); mantener la armonía familiar, para lo cual se debe modelar relaciones pacíficas y afectivas mediante el lenguaje positivo, la escucha activa y la empatía, éstas ayudan a mantener un ambiente familiar pacífico y alegre en estos tiempos estresantes.

Respecto del uso de los espacios abiertos Cohen (2022) de Child Mind Institute, señala los beneficios de pasar tiempo al aire libre, tanto para las y los niños como para adultos, puesto que las experiencias de exploración al aire libre potencian algunas habilidades en los niños como: la confianza en sí mismos; la creatividad y la imaginación; enseña responsabilidad personal y social al relacionarse con otros seres vivos que deben ser cuidados y respetados; además, proporciona una  estimulación diferente, activando los sentidos (ver, oír, oler y tocar); potencia la actividad física y el movimiento, ya que la mayoría de las formas de interactuar con la naturaleza implican más ejercicio que sentarse en el sofá; por otro lado, los hace a las y los niños pensar y asombrarse con los fenómenos que ocurren de forma natural; y, finalmente, reduce el estrés y la fatiga, en los entornos naturales practicamos un tipo de atención sin esfuerzo, de fascinación suave que crea sensaciones de placer opuesta a la de fatiga.