El mundo de la alta capacidad ha hecho noticia en las últimas semanas con la historia de los hermanos Rojas y su destacado desarrollo académico.
Diego, el mayor con sólo 19 años, se encuentra estudiando un doctorado en Estados Unidos y Tomás, de 17 años, está terminando la enseñanza media y una carrera universitaria.
Provenientes de Concón, los jóvenes fueron parte del Programa de Talento Escolar Beta de la PUCV, y la noticia generó un gran debate en torno a esta temática muchas veces invisibilizada.
Así también lo cree un grupo de investigadoras que desde hace años trabaja en torno a la alta capacidad y actualmente desarrollan importantes proyectos de investigación: María Leonor Conejeros (PUCV), Katia Sandoval (PUCV), Sandra Catalán (PUCV), María Paz Gómez (Universidad de Los Andes) y Macarena Schiller (Universidad Mayor).
Las académicas se encuentran desarrollando una investigación sobre actitudes docentes sobre la alta capacidad en Chile, Uruguay, Paraguay Argentina, y finalizaron recientemente dos iniciativas Fondecyt: implementación de programas de alta capacidad en contexto escolar (que pronto sacará un manual); y mujeres y alta capacidad, vinculado a las decisiones académicas en carreras STEM.
Además, la investigadora Katia Sandoval desarrolla su proyecto de posdoctorado con estudiantes con doble excepcionalidad de cuarto medio, acompañando su ingreso a la educación superior.
El reto de aulas inclusivas
Para María Leonor Conejeros los estudiantes con alta capacidad están en las aulas, en todos los cursos y niveles sociales, y a eso hay que poner atención. Según datos entregados, existe cerca de un 10-15 % de estudiantes con alta capacidad en una sala de clases.
“Nuestro sistema educativo está organizado por edad cronológica y estos niños (con alta capacidad) tienen patrones de desarrollo que no siguen lo normo-típico, lo que uno está acostumbrado a esperar. Hay niños que tienen un desarrollo cognitivo más avanzado con relación a su edad, de 2 años más, y van a necesitar vincularse a niños que tengan su edad a nivel cognitivo y no biológico”, explica la docente de la Escuela de Pedagogía PUCV.
Ese “no encajar” en su grupo etario, puede llevarlos a desarrollar sentimientos de no pertenecer y sentirme diferentes, lo cual tiene riesgos en su desarrollo socioemocional. Para la profesora María Leonor, el crecer sintiéndose distinto es complejo, ya que se podrían negar esas capacidades para encajar.
En ese contexto, el aula no siempre es el espacio en el que se sienten más cómodos esos niños y jóvenes. También eso genera tensión en las familias, que son temerosas de que sus hijos/as estén con otros compañeros mayores y se pierdan etapas de la infancia, pero la profesional cree que es importante entregarles la posibilidad de desarrollarse de acuerdo con esas características distintas que presentan.
Por su parte, Macarena Schiller, ex alumna de Educación Especial PUCV y parte del Programa de Talentos de la Universidad Mayor, pone el foco en que las escuelas hagan reflexión sobre qué se entiende por inclusión, “si es sólo apoyar a quienes tienen necesidades ligadas a las dificultades, se quedan cortos, y es importante tomar en consideración a estos estudiantes que también requieren apoyo”. A nivel de acción, es importante crear procesos de identificación y reconocimiento de estos estudiantes.
Así, se esperaría que la escuela pueda ofrecer espacios para fortalecer esos talentos y desarrollar flexibilidad curricular, para que todos puedan desarrollarse, de acuerdo con sus habilidades.
La alta capacidad debe verse de manera holística, acota María Paz Gómez, los niños también deber ser mirados desde lo emocional, que sienten y piensan diferentes, por lo que su sensibilidad e intensidad emocional son rasgos que hay que acompañar.
Actores claves
“Este tema no es abordado en los medios como debiese, desde la perspectiva de los mitos provoca a veces desconfianza o esta sensación que es de elite. Esto (la noticia de los hermanos Rojas) permite ponerlo en la palestra como merece y abordarlo de manera seria. Hemos visto que en los medios se sigue hablando de superdotación o genios, y sabemos esto se da en la alta capacidad, pero no es lo único. Debemos aprender a mirar y exponer esta diversidad que sabemos es mucho más amplia (…) Hemos visto terminología inadecuada desde los términos y definiciones, y debe exponerse con el sustento teórico y bases que corresponden”, expresa María Paz Gómez.
Para las académicas, hay varios actores claves que deberían estar involucrados en este tema desde diversos frentes, áreas y disciplinas como, por ejemplo, los programas de talento de las universidades, las asociaciones de padres de niños y jóvenes con alta capacidad, investigadores de distintas regiones, estudiantes, sicólogos que realizan diagnósticos y todo el sistema educativo (directores y profesores).
Al mismo tiempo, es preciso seguir adelante en materia legislativa. Se ha avanzado en la atención diferenciada y posicionar políticamente el tema, dice María Paz, pero aún faltan políticas concretas que favorezcan a este grupo.
En el área de formación de pregrado de los futuros profesionales de la educación y salud también hay retos, ya que serán quienes tendrán contacto directo con esos niños y jóvenes.
La profesora de la Escuela de Pedagogía Sandra Catalán considera que estamos en proceso de ir reconociendo situaciones y derribar mitos, por lo que proyectos e iniciativas en esta materia debieran masificarse y no quedar solamente a nivel universitario. Asimismo, existen experiencias internacionales que se puedan emular desde nuestras características, para ir avanzando en responder a las necesidades de los estudiantes con alta capacidad.
Añade finalmente que las escuelas y los padres deben ser acompañados en estos procesos, por lo que la política que se genera a nivel nacional debe ir en esa línea, desde que las y los niñas/niños comienzan su desarrollo.