Muchos profesores nos hemos estado haciendo esta pregunta desde hace varios meses, quizás desde antes que comenzara la pandemia, pues nuestro país ha transitado por una senda de cambios que nos han llevado a replantearnos no solo las formas de enseñanza y aprendizaje, sino también las formas cómo nuestra sociedad y el Estado le reasignan un nuevo rol e importancia a la Educación.
Bajo este escenario, ¿cómo avanzamos? y no existe una sola respuesta, sino múltiples respuestas y acciones que provienen desde el rol que cada uno de nosotros tiene en esta cadena educativa.
Durante el año 2020 los equipos directivos y profesores de diversos establecimientos educacionales se esforzaron por proteger los aprendizajes de sus estudiantes, dando vida a variadas estrategias para mantener el vínculo educativo con los estudiantes y sus familias. Los docentes enviaron guías, realizaron clases a través de plataformas, crearon cápsulas de aprendizaje y videos, revisaron tareas en forma incansable. Nunca pararon.
Lamentablemente, algunas personas no alcanzan a ver más allá de su realidad, por eso es tan importante propiciar espacios educativos donde prime la justicia social para todos, logrando construir una sociedad equitativa, justa, solidaria y generosa.
Por otra parte, los estudiantes, nuestros queridos niños, niñas y jóvenes se adaptaron, sin tiempo ni espacio, a una nueva forma de aprender, desde sus hogares y mediante un aparato electrónico (si es que lo tenían), sin contacto físico con sus profesores ni compañeros. Muchas veces en soledad o bien rodeados de gente, sin capacidad para concentrarse ni escuchar y mucho menos para hacer tareas o estudiar. Pero lo hicieron, desde su rol y con recursos, ayudaron.
Las familias, los cientos de padres, madres, hermanos y abuelos, debieron ponerse en un rol distinto, el de profesores, e intentar, con las escasas herramientas que tenían, tratar de continuar con la educación de sus hijos.
Por su parte, el gobierno y las políticas públicas educativas de emergencia intentaron dar respuesta a un problema. Lamentablemente, las medidas y acciones ejecutadas fueron desarrolladas sin un diagnóstico previo y solo con el objetivo de buscar soluciones, que no siempre resolvieron la dificultad existente. Este actuar político gubernamental se basó, muchas veces, en preceptos de optimización de recursos y tiempos que a la larga terminaron siendo todo lo contrario, porque los problemas no fueron resueltos y las “medidas de acción” generaron nuevas problemáticas y dejaron en evidencia nuevas formas de exclusión social.
Pero hay que mirar hacia adelante y tomar las experiencias vividas como nuevos aprendizajes, que no solo nos permitan resolver los problemas existentes, sino que nos orienten en la toma de decisiones y en la implementación de las acciones que sean necesarias para alcanzar cambios profundos y proyectarlos en nuestra Nueva Constitución.
Este contexto pone a prueba las confianzas y las voluntades de todos nosotros. Si de verdad queremos avanzar, desarrollemos la capacidad de tomar acuerdos y respetarlos entre los diferentes actores educativos; dejemos de lado la competencia y el individualismo y unamos nuestro conocimiento y experiencia para sacar adelante un proyecto formativo de país.
Quizás, este momento histórico nos entrega una oportunidad única de realizar un nuevo pacto educativo, donde el derecho a la educación sea, ineludiblemente, el eje central de las diversas acciones que se realizan, pues esto no solo tiene que ver con temas de acceso a la educación, sino también con el progreso y la participación real de nuestros estudiantes y sus familias en la forma cómo se concibe la educación formal y, por qué no decirlo, también la educación informal.
Dra. Marcela Jarpa
Dra. Marta Quiroga
Dr. Livio Núñez
Dra. Vanessa Vega
Dra. Dominique Manghi
Dirección Escuela de Pedagogía PUCV