Dra. Rocío Hidalgo y Dra. Sandra Catalán
Académicas
Escuela de Pedagogía PUCV
Como sabemos, la situación sanitaria por Covid 19 ocurrida a inicios del 2020 nos obligó a todos a repensar la forma en que se llevaba adelante el diario vivir, impactando en aspectos tan fundamentales como los modos de comunicación y desplazamientos, como también en el ejercicio de derechos y uso de servicios.
En el ámbito escolar, el impedimento para asistir a los establecimientos educativos generó un estado de alerta para toda la comunidad, pues se estaba frente a una situación sin precedentes y donde el ejercicio de un derecho humano y constitucional se tensionaba: la educación.
Fue así como las comunidades escolares se volcaron por completo a una reestructuración de su oferta formativa, ajustando procesos de gestión, extensión de jornadas, oferta de servicios profesionales y no profesionales paralelos (almuerzos, atenciones psicológicas o terapéuticas, etc.) pero, sobre todo, generando innovaciones en la respuesta educativa hacia los educandos.
En este proceso de reformas oportunas, es importante destacar la rápida respuesta por parte de los docentes, quienes comenzaron a explorar, a partir de conocimientos básicos y, en ocasiones haciendo uso de la intuición, diversas herramientas tecnológicas para adaptarse a esta nueva forma de enseñar, buscando la forma de facilitar la comunicación asincrónica, y con el franco anhelo de dinamizar las sesiones sincrónicas grupales, tornándolas motivadoras y de mayor coherencia para un formato virtual.
Lo anterior, supuso una movilización de recursos profesionales e intelectuales de los que no hay precedentes en el contexto nacional y profesional docente, colocando la innovación educativa como un tema central. Al respecto, cabe preguntarnos, si los profesores innovamos ¿solo porque estuvimos obligados y dado este contexto de incertidumbre?
Bueno, la respuesta es no, y esto, porque a diario, y mediante distintas formas, los docentes procuramos planificar y desarrollar clases que sean atractivas y desafiantes para los estudiantes, que les permitan situarse en condiciones complejas y, con ello, desarrollar un pensamiento creativo que les permita ser proactivos en su actuar.
Entonces, ¿qué fue lo diferente durante el período de pandemia? Lo distinto fue la urgencia de responder a un contexto desconocido, con el fin de resguardar la calidad del proceso de enseñanza y aprendizaje, con herramientas que no formaban parte del repertorio de estrategias que usualmente aplicamos los docentes que, en un inicio, no estaban disponibles de manera generalizada y requerían, por tanto, de recursos de los propios docente para retomar la comunicación con los estudiantes e instaurar una nueva forma de relacionarse y aprender.
Ahora bien, a dos años del inicio de la pandemia, y pensando que en muchas oportunidades los ajustes realizados se justificaron solo desde el “contexto de emergencia”, bien vale preguntarse si nuestros estudiantes, cuando hemos vuelto a la ansiada “normalidad”, ¿siguen siendo los mismos y, por tanto, debemos enseñarles como lo hacíamos previo a la pandemia?, los aprendizajes alcanzados por los docentes en el ámbito de las tecnologías ¿dejaron de ser útiles? y las habilidades logradas para innovar en el aula ¿no son necesarias?
Evidentemente, nuestros estudiantes no son los mismos, ya que la pandemia y los ajustes realizados durante dicho periodo no les fueron indiferentes desde lo afectivo, y tampoco desde las habilidades desarrolladas mediante el uso de tecnología.
Las habilidades docentes desarrolladas en el periodo de pandemia no deben obviarse ni suprimirse, muy por el contrario, deben potenciarse porque fueron el medio que hizo posible continuar con el proceso de enseñanza y aprendizaje de millones de estudiantes chilenos y del mundo, quienes, también debieron desarrollar habilidades para desenvolverse en contextos virtuales, más allá del uso de las redes sociales y de los juegos en línea. No se debe olvidar que muchos de los denominados “nativos digitales” apuntan más bien a perfiles de personas “nativas del ocio digital”, es decir, utilizan las redes sociales solo con fines recreativos o meramente informativos y no para el aprendizaje en su más profundo significado.
En esta realidad, la innovación en el aula seguirá siendo fundamental, puesto que los docentes deben ser gestores de ambientes educativos que motiven al estudiantado a involucrarse activamente en su aprendizaje, a partir de nuevos modelos, nuevas herramientas y nuevas formas de pensar la educación.
Lo señalado conlleva un gran desafío para las casas formadoras de profesores, por cuanto es menester enseñar y formar en y para la innovación, entendida ésta como una habilidad esencial en el desempeño profesional del profesorado -independientemente del nivel formativo- no solo como una reacción ante una situación emergente, sino que, comprendiendo además, que la innovación supone adaptar la tecnología a las necesidades de todos y cada uno de los estudiantes para, en conjunto, buscar soluciones creativas y atingentes, tendiendo como centro el aprendizaje de calidad de todo el estudiantado.